En el complejo mundo de la política, la lealtad es un valor incuestionable. Un funcionario confiable es aquel que reconoce y valora a quienes lo acompañaron en su camino hacia el poder. La fidelidad de aquellos que estuvieron presentes durante su ascenso político no solo es una muestra de gratitud, sino también una garantía de estabilidad y cohesión en su equipo de trabajo.

Es fundamental recordar que, independientemente de las limitaciones del entorno político, fueron esas mismas limitaciones las que moldearon el camino hacia el éxito. Los colaboradores que estuvieron a su lado en momentos difíciles merecen un reconocimiento especial. Si su lealtad no fue un problema en ese momento, no debería serlo una vez que el funcionario asuma su cargo.

Apreciar y mantener cerca a quienes contribuyeron en el proceso es una señal de integridad y respeto. No se trata solo de una cuestión de reciprocidad, sino también de reconocer la importancia de la cohesión y la continuidad en la gestión gubernamental.

La lealtad, en este sentido, trasciende las simples relaciones personales. Es un componente vital para la eficacia y estabilidad de cualquier gobierno. Los colaboradores leales no solo aportan su experiencia y conocimientos, sino que también garantizan la confianza y la colaboración necesarias para enfrentar los desafíos que surjan en el ejercicio del cargo.

Al construir y mantener un equipo de trabajo basado en la lealtad, un funcionario no solo honra el pasado, sino que también asegura un futuro más sólido para él y prometedor para su administración. En un entorno político en constante cambio, la lealtad es el cimiento sobre el cual se construyen relaciones duraderas y exitosas.

Por Edgar Caraballo

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